Por Venezuela1811.com
Un aniversario con sabor global
El próximo 24 de octubre, la Mortadella di Bologna celebra 364 años de historia. Nacida en el corazón de Italia, este embutido ha pasado de las mesas aristocráticas boloñesas del siglo XVII a convertirse en un clásico mundial. Su textura sedosa, su aroma especiado y su color rosado la convirtieron en símbolo del “saber hacer” italiano.
Pero pocos imaginarían que, a miles de kilómetros de Bolonia, la mortadela encontraría una nueva identidad: la versión venezolana, adaptada a los sabores, los ritmos y la creatividad criolla. Este es el viaje de una receta que cruzó el Atlántico y terminó conquistando los desayunos, almuerzos y meriendas de todo un país tropical.

De lujo europeo a clásico criollo
Cuando los inmigrantes italianos llegaron a Venezuela entre los años 40 y 60, trajeron consigo sus costumbres, su acento… y sus embutidos. La mortadela, símbolo del norte de Italia, se instaló rápidamente en las charcuterías caraqueñas. Pronto, artesanos e industrias locales comenzaron a producir su propia versión, ajustando la receta original al gusto nacional.
Así nació la mortadela venezolana: un embutido más firme, elaborado con mezcla de res y cerdo, menos graso y con un sabor más intenso. Un producto que pasó de ser importado y lujoso a un alimento cotidiano, presente en todas las neveras del país.
Y aunque en Italia la mortadela conserva su estatus gourmet, en Venezuela se transformó en alimento popular, presente en la merienda, la arepa improvisada y la charla en familia.
La mortadela en la cocina venezolana
Pocos productos reflejan tan bien la capacidad de adaptación del paladar venezolano. La mortadela aquí no se come sola: se acompaña, se reinventa, se tropicaliza.
- En el Zulia, se fríe y se mete dentro de un patacón con queso rallado.
- En Caracas, rellena una arepa con tajadas o aguacate.
- En los Andes, se pica finito para una empanada de desayuno.
- Y en todas partes, protagoniza el “sándwichito de mortadela”, infaltable en las fiestas infantiles y meriendas familiares.
La mortadela se volvió un símbolo de identidad popular. Un ingrediente que evoca tiempos difíciles, pero también momentos felices, sabores sencillos y cotidianos. Es parte de la memoria gustativa de varias generaciones.

Cuando la tradición se reinventa
En los últimos años, chefs venezolanos han comenzado a mirar la mortadela con otros ojos. Lo que antes se consideraba “comida barata” ahora inspira versiones gourmet y de autor.
Algunos proponen reinterpretarla con ingredientes locales como onoto, ají dulce, queso llanero o cacao; otros sueñan con una mortadela venezolana premium, elaborada artesanalmente y exportable a la diáspora.
La clave está en el storytelling gastronómico: contar la historia de un producto que, como muchos venezolanos, aprendió a sobrevivir, a transformarse y a reinventarse sin perder su esencia.
Turismo gastronómico: la ruta de la mortadela
Celebrar los 364 años de la mortadela es una oportunidad para mirar más allá del plato. En Venezuela ya existe una propuesta llamada “La ruta de la mortadela”, creada por la periodista Ligia Velásquez, que recoge locales caraqueños donde este embutido es protagonista: Ultramarinos 1953 (en el hotel Tamanaco), La Salumería en Chacao y otros espacios gourmet.
Fuente actualizada: La ruta de la mortadela – ligiavelasquez.com
Imagina un tour gastronómico por charcuterías caraqueñas o mercados emblemáticos, donde se prueben distintas versiones locales de mortadela. O un evento que combine sabores italo-venezolanos: arepa de mortadela boloñesa, pasta con sofrito criollo o una tabla de embutidos con ron venezolano. Una forma deliciosa de conectar historia, cultura y turismo.

De Bolonia a Caracas: un viaje que continúa
La mortadela, en su versión boloñesa venezolana, es más que un embutido. Es una metáfora del encuentro entre culturas: la italiana que aporta técnica y tradición, y la venezolana que añade calor, sabor y creatividad.
Celebrar sus 364 años no es solo rendir homenaje a una receta centenaria, sino también reconocer cómo la gastronomía une historias, acentos y sabores a través del tiempo.
Porque al final, la mortadela —como la cocina venezolana— tiene ese poder único de hacer de lo cotidiano algo entrañable.