El Venerable Dr. José Gregorio Hernández

¿Sabías que en 1986 el Papa Juan Pablo II declara como Venerable a nuestro Dr. José Gregorio Hernández? ¡Así es! Justo hoy se cumple 31 años de esa declaración.

El Dr. José Gregorio Hernández es, sin lugar a dudas, la figura más resaltante del siglo XX venezolano. Científico notable y cristiano ejemplar, el Dr. Hernández supo combinar su actividad de médico, docente e investigador con la más profunda caridad y actitud de servicio a todos, especialmente a los más pobres.

Su vida fue un testimonio evidente de santidad, a tal punto, que cuando la perdió en un trágico accidente, el 29 de junio de 1919, el pueblo caraqueño exclamó espontáneamente: ¡Ha muerto un santo!

Esta fama de santidad se propagó después de su muerte. Por eso el Arzobispado de Caracas inició la Causa de Beatificación y Canonización en 1948.

El 16 de Enero de 1986, el Sumo Pontífice Juan Pablo II declaró solemnemente sus virtudes heroicas, por lo cual se le otorga el título de Venerable.

Si recordamos un poco de sus historia, vemos un venezolano dedicado a apoyar a su gente en cualquier enfermedad y muy apegado a la vida religiosa.

Nacido el 26 de Octubre de 1864 en el pueblecito de Isnotú, estado de Trujillo, Venezuela. Crece en aquel ambiente sencillo de campesinos. Sus padres, Benigno Hernández y Josefa Antonia Cisneros, son propietarios de la tienda del pueblo. Gregorio es el mayor de seis hermanos. Su madre, mujer muy piadosa, muere teniendo el solo ocho años.

Mucho le debemos a la atención de Don Pedro Celestino Sánchez, primer maestro del pequeño Gregorio en Isnotú, quien supo descubrir las habilidades del niño y recomendó a su Padre que lo enviase a estudiar a Caracas. Allí estudió medicina con tal éxito que el Presidente de la República lo envió a la Universidad de París, a la Facultad de Medicina, para que desarrolle estudios en Microscopia, Histología Normal, Patología y Fisiología Experimental.

De regreso a su patria, cumplió con creces lo cometido: traer las piezas necesarias para un Gabinete Fisiológico y enseñar en la Universidad Central la especialidades científicas que él cursó. Ejerció su carrera con mucho éxito. Fue Profesor de medicina en la Universidad Central en Caracas.

Habiendo cumplido con sus compromisos y también con su familia, a la cual se trajo a vivir en Caracas y la ayudó a encaminarse, Don Gregorio quiso llevar a cabo su vocación religiosa. Se embarcó rumbo a Italia con la intención de ser monje de clausura y así dedicarse solo a Dios en la oración. En 1908 entró en la Cartuja de Farneta tomando el nombre de «Hermano Marcelo». Pero nueve meses después de su ingreso, se enferma de tal manera que el Padre Superior ordena regresar a Venezuela para recuperarse. Dios tenía otros planes para su siervo. Gregorio por su parte nunca cedió en su amor por la Iglesia y la vida religiosa. Decía que el sacerdocio es «lo mas grande que existe en la tierra».

Llega a Caracas en abril de 1909 y ese mismo mes recibe permiso para ingresar en el seminario «Santa Rosa de Lima». Pero su corazón sigue anhelando la vida radical del monasterio. Pasados tres años, se decide intentar de nuevo. Esta vez se embarca para Roma con su hermana Isolina. Ingresó en los cursos de Teología en el colegio Pío Latino Americano pensando así prepararse para el monasterio. Pero una vez mas sus planes se vieron frustrados por la enfermedad: una afección pulmonar que le forzó retornar a Venezuela.

Don Gregorio ya no intenta mas la vida religiosa. Comprende que Dios lo llama a la vida seglar. Será un seglar católico ejemplar sirviendo a Dios en sus hermanos desde su vocación de médico, pues así también se puede y se debe ser santo. Continuó ejerciendo como médico ejemplar. Dedicaba 2 horas diarias a servir a los pobres. Un día, mientras cruzaba la calle para comprar medicinas para una anciana muy pobre, fue atropellado por un vehículo. Una testigo declaró que Don Gregorio, al ver que le venía el carro, exclamó: «¡Virgen Santísima!». Fue llevado en carrera al hospital donde un sacerdote alcanzó impartirle la Unción de los Enfermos antes de que muriera. Caracas se conmovió y muchos decían: «ha muerto un santo». Fueron tantos los que asistieron a su vela que tuvieron que intervenir las autoridades civiles para organizar el desfile incesante.

 

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