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Semana Santa en Margarita: Historia colonial

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Se acerca la fiesta mayor de la tradición cristiana y por lo general muchos temporadistas viajan a la Isla de Margarita para disfrutar de sus playas, paisajes y relax, pero ¿Por qué no disfrutar de un poco de tradición?

Es por ello que viajamos a la época de antaño, ya que son dignos de recordar la esencia de esas festividades. Con gran fervor religioso se rememoraba la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, en las capitales de los seis tradicionales Distritos y en el Calle del Espíritu Santo. De manera muy especial en la Asunción, donde se llevaba a cabo “Completica” como decía la gente de antes.

Desde el Domingo de Ramos, hasta el Sábado de Gloria, se veían, entre otras procesiones, las de Jesús en el Huerto, Cristo en la Columna, la Humildad y Paciencia, Jesús Nazareno y El Sepulcro, estas dos últimas revestidas de gran solemnidad. Con personas de toda la Isla y hasta de fuera que venían expresamente a mirarlas.

El Miércoles Santo, era el día de Nazareno. Durante la misa de la mañana, se veían infantes y adultos de ambos sexos, vestidos de nazareno. También se observaban matronas llevando hasta la presencia del Santo y colocando sobre su mesón “mechones” de pelos que habían dejado crecer al hijo para pagar la promesa que habían ofrecido, como le sanara sus males. Cabellos que estaban destinados a formar parte de la “Santa Melena” que elaboraban anualmente para la imagen.

El Jueves Santo, a las 3 de la tarde, las campanas dejaban de sonar. Los Templos Parroquiales cerraban sus puertas y empezaba a escucharse el toque de “Matracas” para indicar la muerte de Nuestros Señor Jesucristo. Desde entonces comenzaba el más riguroso de los recogimientos. Se separaban los amantes y los enamorados hacían alto en sus visitas rutinarias. Se recogían los aperos del trabajo, tanto del mar como del campo. Terminaba la lumbre en  los fogones y sólo se ingerían alimentos previamente guardados. Las cazuelas, los platos y todos los objetos culinarios se ponían bocabajo. No se lavaba ni se planchaba, ni siquiera la gente se bañaba, porque Dios estaba fallecido, incluso no se iba a las playas por temor a volverse sirenas o tritones.

El Viernes Santo y por la mañana, todos amanecían de riguroso luto. Las misas eran rezadas y hasta ellas iban los feligreses con el mayor silencio. En muchos pueblos de la Isla, se llevaban a cabo solemnes procesiones pero La Asunción se convertía en el centro principal de todas las miradas.

Hasta allí concurrían a concentrarse desde todos los puntos cardinales para asistir al entierro del Dios Muerto. Nadie, por respecto, era capaz de usar otras prendas de vestir que no fuesen: negras, grises, moradas, blacas o mediolutos, cuando menos. A las 9 de mañana empezaba la procesión del “Santo Sepulcro”, como se le decía. Cristo muerto dentro de su sarcófago, adornado con flores blancas y moradas de todos los jardines de la Isla. La marcha era lenta, triste y pesada pero nadie abandonaba su puesto aunque los rayos del Sol fuesen cayendo suertes sobre la multitud. El golpe de la caja y las notas era tristes y melancólicas del Pópulo Meus tornaban más pesado el andar.

El Sábado Santo, al despertar la aurora, se “Repicaba Gloria” y todo volvía a la normalidad. La quema de Judas: en la isla de Margarita después de terminada con toda solenmnidad, el recogimiento y el misticismo que envolvía la Semana Santa o Semana Mayor, como también se le llamaba y llegada la Pascua Florida con el Domingo de Resurrección, la gente entraba nuevamente en el ajetreo y en el disfrute de la vida mundana y empezaban los juegos de trompos, de pichas y de pararapas, con todas sus diversificaciones por parte dde los muchachos y las partidas de zarandas y de perinolas, entre las muchachas, y veían las quemas de Judas

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