Puerto Ayacucho bella y misteriosa

Puerto Ayacucho es la capital de estado más joven que existe en Venezuela. Fue fundada como ciudad apenas en 1.924 por el ingeniero Santiago Aguerrevere en donde había un caserío llamado Perico al borde del Orinoco, siguiendo instrucciones del general Gómez. Cuatro años después la convirtieron en capital del territorio. Es que estas selvas eran muy inaccesibles en esa época y San Fernando de Atabapo, que era la capital tradicional, quedaba muy lejos de las sedes del gobierno en Maracay y Caracas. Además había que bajarse de las embarcaciones, pasar por tierra los raudales de Atures y Maipures, y luego montarse en otros bongos para llegar a San Fernando de Atabapo. El viaje tomaba demasiado tiempo.

Aún con esas dificultades mucho antes, en el año 1.800, el barón de Humboldt vino a estas selvas para documentar un fenómeno único en el mundo, como es la unión natural del río Amazonas con el Orinoco por medio del Brazo Casiquiare. Unos años después, en 1837, el científico Agustín Codazzi también vino a explorar estas selvas, para reconocer y levantar los mapas de esta geografía tan asombrosa.

 

La historia del territorio fue bastante violenta, precisamente por ser tan lejano del centro y tan selvático. Cuenta la leyenda que más de treinta gobernadores perdieron la vida en Amazonas, entre los años de 1.831 y 1.913. A partir del año 1908 Tomás Funes, “El Terror del Amazonas”, era quien mandaba en estas junglas y ríos cuando el caucho y el balatá eran los principales motores económicos de la región.

En 1913 Funes asalta la casa de gobierno en San Fernando de Atabapo, y asesina al gobernador Roberto Pulido con su familia. El asesino fue gobernador de facto del territorio por más de siete años. Al final Funes, quien era militar y a la vez un próspero comerciante, murió fusilado el 30 de enero de 1921 en la Plaza Bolívar de San Fernando de Atabapo, por el guerrillero anti-gomecista Arévalo Cedeño. Seguramente ese fue otro motivo para que el gobierno central decidiera mudar la capital de Amazonas hacia Puerto Ayacucho.

Puerto Ayacucho hoy sigue conservando los misterios ancestrales de esas épocas, y vale la pena visitarla para conocer más a Venezuela. En nuestro último viaje al llegar a Puerto Ayacucho, impregnados con tantas historias y leyendas, nos fuimos directo al Mercado de los Indios que resulta interesantísimo. Allí compramos cestas yanomamis, collares piaroas, pulseras guajibas y artesanía yekuana.

 

Enfrente del mercado se encuentra una joya única en Venezuela: El Museo Etnológico Enzo Cecarelli. Aquí hay cuatro salas, en las cuales se presenta la forma de vida de las etnias más numerosas del estado Amazonas. Ninguna visita a Puerto Ayacucho está completa sin una visita a esta bella exhibición de nuestras tradiciones originales.

Al salir del museo, a solo una cuadra, encontramos la Plaza Bolívar y a la Catedral de Puerto Ayacucho. En el techo de la Catedral hay una pintura de Cristo crucificado, que tiene un efecto visual muy curioso; si uno se queda mirando hacia arriba mientras camina por la iglesia, la mirada del Cristo le sigue.

Después de la Catedral fuimos a pasear por los alrededores de Puerto Ayacucho, y visitamos el balneario de Pozo Azul, que es un manantial precioso. También fuimos al Parque Nacional Cerro Pintado, donde se encuentran los petroglifos más grandes hasta ahora encontrados en Venezuela; tienen 5.000 años de antigüedad y están hechos en una roca altísima.

Desde allí continuamos por la carretera y vimos la Piedra de La Tortuga, enorme y serena. Finalmente llegamos al famoso Tobogán de la Selva, que es un chorro enorme sobre una laja, desde la cual uno se deja resbalar hasta caer en una piscina natural enorme.

¡Realmente Puerto Ayacucho es un lugar mágico, como no hay otro en Venezuela!

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Fuente: El Universal

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